Es habitual que cuando uno se va acercando a los 40 y de ahí en adelante ya empiece a hablar en pasado. Uno se empieza a referir a su “época” haciendo alusión a su adolescencia hasta los 30, años arriba o abajo. De hecho el término veinteañero o treintañero tiene ese punto simpático. Ya a los 40 para arriba se denomina cuarentón, cincuentón y lo de más arriba ya ni se menciona. Tiene esa carga ligeramente peyorativa.
Parece que lo “bueno” se pasó o que lo que sucede actualmente les pertenece a otros, y nosotros somos actores secundarios. Es obvio que las personas cambian y la mayoría no hacen las mismas actividades de cuando eran más jóvenes, pero hay un tono de nostalgia. Eso hace que mucha gente se acartone siguiendo el carril cogido y de ahí apenas se mueven.
Esto es fruto de la glorificación de la juventud en nuestra actual sociedad. Mientras perteneces a ella, estás en la “pomada”. Cuando te haces más mayor, sales. De hecho, es curioso que la juventud se ha alargado. Antes con 30 años e incluso menos, eras un adulto totalmente. Ahora con veintimuchos o treinta aún eres un chaval.
No digo que haya que acortar esa juventud ni alargarla para que los cuarentones se conviertan en cuarenteños o algo similar. Simplemente que nos demos cuenta de que estamos vivos y que esta, es también nuestra época, y que la podemos vivir según nosotros creamos y podamos. Que no estemos tan anclados al pasado como algo maravilloso que no volverá y lo que nos queda es asumir nuestro papel asignado y llevarlo lo mejor posible ¿Tienes que volver a hacer las cosas de joven? No necesariamente. Deja solamente la puerta abierta a que entren aspectos nuevos en tu vida.
Que no se oiga lo de “En mi época…” porque uno ya la está viviendo en el momento actual.
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